sábado, 1 de septiembre de 2012

Diferencias entre el zigurat y la Torre de Bebel.


Los zigurats: escaleras al cielo.
Diferencias entre el zigurat y la Torre de Bebel.
Aunque los zigurats adquieren su forma monumental más de medio milenio después que las pirámides, hablaremos aquí de ellos en relación con la evolución general de Mesopotamia.
Las diferencias entre las dos formas fueron patentes desde el comienzo. Solo apreciado plenamente estas diferencias se puede llegar a comprender sus formas disímiles. Tanto la pirámide como el zigurat conservaron –desde el comienzo hasta el final de su evolución- los rasgos distintivos de sus diferentes orígenes. Su desarrollo posterior puede ser siempre referido a sus diferentes puntos de partida.
La pirámide surgió en el desierto dentro de una necrópolis o ciudad de los muertos, y era totalmente inaccesible.
El zigurat estaba normalmente dedicado al dios a quien “pertenecía” la ciudad: en Ur el dios lunar Nannar; en Eridu el dios de las aguas, Enki; y en Nippur el dios de las tormentas, Enlil. Esto introdujo una idea de eternidad.
La pirámide era tanto la tumba como la morada eterna del rey como hijo del dios solar Ra. Hasta con su más alto significado espiritual como vínculo cotidiano del rey entre este mundo y el venidero, cada pirámide estaba asignada a un rey particular que era inmediatamente sucedido por otro.
Con sus superficies de piedra caliza pulimentada o de granito, las pirámides se levantaban sobre las arenas del desierto, intocables. Aunque el zigurat era considerado con sagrado temor, aunque fuera inabordable para el pueblo, sus escalinatas monumentales lo hacían accesible y, al mismo tiempo, reducian la sólida masa de su volumen.
El zigurat formaba parte del organismo ciudadano. Aunque se lazaba dentro de un patio interior amurallado y con un antepatio, pertenecía a la ciudad y estaba integrado en su vida. En su periodo clásico, como Ur, los edificios públicos más importantes –el palacio del rey, la tesorería y la residencia de la suma sacerdotisa- se hallaba todos muy próximos al zigurat.
La gran edad de las pirámides abarco solamente unos pocos siglos. No sucedió lo mismo con el zigurat. A través de la existencia del País de los dos Ríos, el zigurat fue el monumento central del culto religioso, siendo mantenido en la mayor estima en todos los periodos: sumerio, kassita, babilónico y asirio. Incluso Alejandro Magno, cuando entro en Babilonia, quiso restaurar el famoso zigurat de Etemenanki, la bíblica Torre de Babel, pero murió antes de que pudiera realizar su deseo.

La forma clásica del zigurat.
La forma clásica del zigurat  -una torre compuesta de una serie de plataformas escalonadas con un templo en la cúspide- se mantuvo en vigor a graves de toda la historia mesopotámica.
La idea tradicional del zigurat esta basada en la descripción bíblico de la Torre de Babel (Génesis, 11 , 1-9) y en el relato de Herodoto de su visita a Babilonia (Ravn, 1939; trad. Ing. 1942). En un griego del siglo V a.C., la extraña forma del zigurat Etemenanki debió de causar tan profunda impresión como su altura y los colores brillantes de sus siete pisos.
La forma efectiva del zigurat fue algo diferente en las primeras fases del periodo protohistórico y en su evolución clásica hacia 2000 a.C., aunque la sucesión de escalones superpuestos y progresivamente más pequeños permaneció constante.





El zigurat de Ur.
El primer nivel, en relación con los conceptos religiosos, proporcionó una oportunidad para la más inspirada invención arquitectónica mesopotámica: la escalera monumental. Apoyadas contra la pared noroeste, dos escaleras simétricamente opuestas descienden majestuosamente  hasta el patio del templo. La escalera principal, en el eje central del zigurat, sobresalía de la estructura y se unía con las dos escaleras al nivel de la primera plataforma, donde era coronada por una poterna. A partir de aquí la escalera central se hacia mas estrecha y conducía a la plataforma superior. Todo esto creaba una magna perspectiva para las procesiones sacerdotales.
En Ur, por primera vez, la comunicación entre los niveles –un problema puramente tecnico- llego a ser un elemento constituyente de la arquitectura monumental. La amplia escalera central se iniciaba muy lejos del cuerpo del zigurat y continuaba hasta la plataforma superior. La idea de una escalera entre el cielo y la tierra quedaba así maravillosamente plasmada. Característicamente, no fue la satisfacción de necesidades puramente materiales, sino el deseo de una realización simbólica del vínculo entre dios y hombre lo que dio origen a esta nueva y expresiva forma arquitectónica.
Un edificio de 21,3 metros de altura es un objetivo muy limitado. Pero el hombre se ve obligado a utilizar medios limitados para plasmar lo ilimitado, y el deseo de eternidad –de lo que no tiene límites- fue manifestado aquí por un edificio limitado. Construir era una empresa sagrada. Era el medio de unión entre el hombre y el dios.
Etemenanki: la “Torre de Babel”.
La forma escalonada del zigurat persistió. Pero el número de plataformas escalonadas, su altura y la profusión de adornos aumentaron rápidamente; y los zigurats fueron utilizados para ceremonias cada vez más complicadas.
El zigurat neobabilónico Etemenanki puede haber sido la Torre de Babel. Algunos estiman su altura en sesenta y cinco metros y otros hasta en noventa. Pero aunque esto no puede establecerse con seguridad, da una idea de cómo la altura continuó aumentando durante la última fase de evolución del templo mesopotámico. Etemenanki tenía probablemente siete pisos. Sobre la plataforma superior fueron levantados uno o más templos. Su ornamentación era magnifica. Las terrazas escalonadas estaban revestidas con ladrillos vidriados, vivamente coloreados, cada terraza de un color diferente.
El zigurat continuó siendo el centro de la vida religiosa a través de estos últimos periodos. Etemenanki se alzaba dentro de un temenos casi cuadrado, de unos cuatrocientos metros de lado…  y estaba dedicado al dios de la ciudad, Marduk.
Los sacrificios tan profusamente ofrecidos en Mesopotámica estaban relacionados con el bienestar de los vivos, no de los muertos; y tienen ese carácter ya en épocas muy primitivas.


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