sábado, 8 de diciembre de 2012

EL BARROQUISMO MEDIEVAL SIGLO XVII


El Arte Barroco
Las Meninas (1656), de Diego Velázquez, Museo del Prado, Madrid.
El Barroco fue un período de la historia en la cultura occidental que produjo obras en numerosos campos artísticos: literatura, arquitectura, escultura, pintura, música, ópera, danza, teatro, etc. Se produjo principalmente en Europa occidental, aunque debido al colonialismo también se dio en numerosas colonias de potencias europeas, principalmente Latinoamérica. Cronológicamente, abarca todo el siglo XVII y principios del XVIII, dependiendo de cada país su mayor o menor prolongación en el tiempo. Se suele situar entre el Manierismo y el Rococó, en una época de fuertes disputas religiosas entre países católicos y protestantes, y de marcadas diferencias políticas entre los estados absolutistas, donde la aristocracia ejercía un férreo poder, y los parlamentarios, donde una incipiente burguesía empezó a poner los cimientos del capitalismo.
Barroco: un concepto polisémico
Por otro lado, frente al Barroco como un determinado período de la historia de la cultura, a principios del siglo XX surgió una segunda acepción, la de lo «barroco» como una fase presente en la evolución de todos los estilos artísticos. El primero en otorgar un sentido estético transhistórico al Barroco fue Heinrich Wölfflin (Kunstgeschichtliche Grundbegriffe, 1915), quien estableció un principio general de alternancia entre clasicismo y barroco, que rige la evolución de los estilos artísticos.
Contexto histórico y cultural
La grave crisis económica a todo lo largo del siglo XVII afectó especialmente a las clases más bajas.
El siglo XVII fue por lo general una época de depresión económica, consecuencia de la prolongada expansión del siglo anterior propiciada principalmente por el descubrimiento de América. El Barroco se forjó en Italia, principalmente en la sede pontificia, Roma, donde el arte fue utilizado como medio propagandístico para la difusión de la doctrina contrarreformista.nota  La Reforma protestante sumió a la Iglesia Católica en una profunda crisis durante la primera mitad del siglo XVI, que evidenció la corrupción en numerosos estratos eclesiásticos y la necesidad de una renovación del mensaje y la obra católica y de un mayor acercamiento a los fieles.
El estilo barroco
El Barroco fue un estilo heredero del escepticismo manierista, que se vio reflejado en los autores de la época en un sentimiento de fatalidad, de dramatismo. El arte se volvió más artificial, más recargado, decorativo, ornamentado, destacando los efectos ópticos, el ilusionismo. La belleza buscó nuevas vías de expresión, cobrando relevancia lo asombroso, los efectos sorprendentes, y surgiendo nuevos conceptos estéticos como «ingenio», «perspicacia» o «agudeza». Se ponía énfasis en la conducta personal, el aspecto exterior, reflejando una actitud altiva, elegante, refinada, exagerada, que cobró el nombre de préciosité.
El arte barroco se expresó estilísticamente en dos vías: por un lado, el énfasis otorgado a la realidad, al aspecto mundano de la vida, a la cotidianeidad y el carácter efímero de la vida, y que se materializó en una cierta «vulgarización» del fenómeno religioso en los países católicos, y en un mayor gusto por las cualidades sensibles del mundo circundante en los protestantes; por otro lado, una visión grandilocuente y exaltada de los conceptos nacionales y religiosos, como una expresión del poder, que se traduce en el gusto por lo monumental, lo fastuoso y recargado, el carácter magnificente otorgado a la realeza y la Iglesia, a menudo con un fuerte sello propagandístico.
El Barroco es la cultura de la imagen, donde todas las artes confluyen para crear una obra de arte total, con una estética teatral, escenográfica, una mise en scène que pone de manifiesto el esplendor del poder dominante (Iglesia o estado), con ciertos toques naturalistas pero en un conjunto que expresa dinamismo y vitalidad.
Una de la principales características del arte barroco es su carácter ilusorio, artificioso: «el ingenio y el diseño son el arte mágico a través del cual se llega a engañar a la vista hasta asombrar» (Gian Lorenzo Bernini). Se valora especialmente lo visual y efímero, por lo que cobra auge el teatro y los diversos géneros de artes escénicas y espectáculos: danza, pantomima, drama musical (oratorio y melodrama), espectáculos de marionetas, acrobáticos, circenses, etc. Existe el sentimiento de que el mundo es un teatro (theatrum mundi) y la vida una función teatral: «todo el mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres meros actores» (Como gustéis, William Shakespeare, 1599). De igual manera se tiende a teatralizar las demás artes, especialmente la arquitectura.
El arte barroco buscaba la creación de una realidad alternativa a través de la ficción y la ilusión, tendencia que tuvo su máxima expresión en la fiesta, la celebración lúdica, donde edificios como iglesias o palacios, o bien un barrio o una ciudad entera, se convertían en teatros de la vida, en escenarios donde se mezclaba la realidad y la ilusión, donde los sentidos se subvertían al engaño y el artificio. En ese sentido tuvo especial protagonismo la Iglesia contrarreformista, que buscaba con la pompa y el boato mostrar su superioridad sobre las iglesias protestantes, a través de actos como misas solemnes, canonizaciones, jubileos, procesiones o investiduras papales.




Durante el Barroco, el carácter ornamental, artificioso y recargado del arte de este tiempo traslucía un sentido vital transitorio, relacionado con el memento mori, el valor efímero de las riquezas frente a la inevitabilidad de la muerte, en paralelo al género pictórico de las vanitas. Este sentimiento llevó a valorar de forma vitalista la fugacidad del instante, a disfrutar de los leves momentos de esparcimiento que otorga la vida, o de las celebraciones y actos solemnes. Así, los nacimientos, bodas, defunciones, actos religiosos, o las coronaciones reales y demás actos lúdicos o ceremoniales, se revestían de una pompa y una artificiosidad de carácter escenográfico, donde se elaboraban grandes montajes que aglutinaban arquitectura y decorados para proporcionar una magnificencia elocuente a cualquier celebración, que se convertía en un espectáculo de carácter casi catártico, donde cobraba especial relevancia el elemento ilusorio, la atenuación de la frontera entre realidad y fantasía.

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